martes, 8 de septiembre de 2009

Natividad de la Santísima Virgen María


“Que se alegre tu Iglesia, Señor, y se goce en el nacimiento de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación".


Bienaventurado el seno que llevó a Jesús, y los pechos que lo alimentaron (Lucas, 11, 27).


Las plegarias y las lágrimas de Santa Ana le merecieron, después de veinte años de esterilidad, la gloria de dar al mundo a la Bienaventurada Virgen María. He aquí la aurora mensajera del Sol de justicia: demonios, retiraos al infierno; ángeles, regocijaos: pronto los justos ocuparán los lugares abandonados por los ángeles rebeldes. Hombres, triunfad: María ha nacido para ser la Madre de Dios que será vuestro Hermano y vuestro Redentor. Almas santas que gemís en el limbo, consolaos: la puerta de vuestra prisión muy pronto será abierta por el Hijo de la que acaba de nacer.


MEDITACIÓN SOBRE LA NATIVIDAD DE MARÍA


I. Considera las mercedes con que Dios honra a María el día de su dichoso nacimiento. El Padre eterno, que la consideraba como Hija suya, le dio el nombre de María; la hizo Soberana del cielo y de la tierra, Reina de los ángeles y de los hombres. El Verbo eterno la eligió para ser su Madre; dióle a todos los hombres como hijos adoptivos, con pleno poder para acordar la gloria eterna a los que la sirvan fielmente. El Espíritu Santo colmó de gracias a su divina Esposa. Regocíjate con María por todos estos favores.
II. María responde a los beneficios del Señor con los sentimientos del más vivo agradecimiento. Dotada, desde su primer instante, del uso de razón, se sirve de ella para adorar al Padre eterno: se humilla a la vista del honor que el Verbo encarnado le hace al elegirla por Madre suya: ofrece su corazón por un acto de amor al Espíritu Santo, su divino Esposo. Haz tú, por lo menos hoy, lo que hizo María en el día de su Natividad. Adora al Padre eterno, humíllate delante de Jesús, da tu corazón al Espíritu Santo.
III. ¿Qué harás tú para honrar a María en el día de su Natividad? Respétala, porque es todopoderosa en el cielo y en la tierra. Ámala, porque es la Madre de Jesucristo, y la nuestra por adopción. Ten confianza en Ella, porque es la Madre de los predestinados. Sé su fiel y constante servidor, como fue Ella la constante y fiel Esposa del Espíritu Santo. Imita, durante tu vida, lo que Ella hizo el día de su nacimiento. En medio de las olas del siglo, debemos refugiarnos junto a María y regular nuestra vida según sus ejemplos. (San Epifanio).


ORACIÓN

Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María consigamos aumento de paz en la fiesta de su nacimiento. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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