martes, 8 de septiembre de 2009

El Manípulo


El sacerdote, (y también el Diácono y el Subdiácono en las misas solemnes), lleva fija sobre el brazo izquierdo una corta franja llamada manípulo. Tiene su origen en un trozo de lienzo o pañuelo que antiguamente llevaban los cónsules y que agitaban en el aire para señalar el principio o fin de algún acto. También servía para enjugar el sudor o las lágrimas. El manípulo, que ha de ser del color litúrgico del día, debe tener en su centro, que viene encima mismo del brazo, una cruz que ha de besar el que lo lleva, tanto antes de ponérselo como después al quitárselo. Ordinariamente también suele ponerse una cruz a cada extremo, aunque no está propiamente mandado. Espiritualmente nos recuerda las buenas obras y que los trabajos y el dolor ofrecidos a Dios serán espléndidamente recompensados.La oración que el sacerdote pronuncia al ponérselo es: Merezca, Señor, llevar el manípulo del llanto y del dolor, para poder recibir con alegría el premio de mis trabajos. El manípulo significa las ataduras de las manos al ser azotado Nuestro Señor.

En virtud del Motu Propio Summorum Pontificum, del Papa Benedicto XVI, que regula la Liturgia de rito latino Extraordinaria, nombrada popularmente como "Misa Tridentina", el Manípulo ha vuelto a ser un objeto litúrgico en uso.

El manípulo poco a poco se convirtió en un ornamento sacerdotal a partir del siglo X. La significación mística del manípulo se desprende claramente de las palabras de la liturgia: reza el sacerdote: “Puede ser digno, Señor, de llevar el manípulo de las lágrimas y el dolor, para recibir con alegría la recompensa del trabajo”. El obispo impone el manípulo al subdiácono pronunciando las siguientes palabras: “Recibe el manípulo por el que son designados los frutos de las buenas obras”. El manípulo, pues, hace referencia a los sufrimientos de esta vida en vista de la recompensa y la alegría eternas. Es también una expresión simbólica de una de las bienaventuranzas proclamadas por Nuestro Señor: “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados” (Mat. 5, 5). Siendo el manípulo el símbolo del dolor, es empleado en la Santa misa, que es la renovación del sacrificio del Calvario. No se lo emplea fuera de la Misa, porque ningún dolor es comparable al de Jesucristo sobre al Cruz.

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