En el Calvario, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, al precio de su Sangre (lo que es la prueba de su amor), libró al género humano de la esclavitud del pecado y lo reconcilió con Dios. Según enseñanza infalible de Nuestra Madre la Santa Iglesia Católica, la Santa Misa es la renovación del Sacrificio de la Cruz. Por ello, la Santa Misa, en la cual Nuestro Señor se vuelve a inmolar --sólo que ya de forma incruenta--, real y substancialmente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, por todos nosotros, posee un infinito, y es más agradable a Dios que lo que le pueden agraviar nuestros pecados.La Santa Misa es pues, el centro de la Religión católica, alma de la devoción, vida de la piedad, misterio inefable que encierra el abismo de la caridad divina, por el cual, Dios, uniéndose realmente a nosotros, nos comunica con magnificencia sus gracias y favores. La Santa Misa tiene, por todo ello, junto con la oración, una indecible fuerza, de modo que por este medio abunda el alma de celestiales favores. Procura, pues, con toda diligencia oír todos los días Misa para ofrecer con el sacerdote el sacrificio de tu Redentor a Dios, su Padre, por ti y por toda la Iglesia. En ella están presentes legiones de ángeles, para venerar este santo misterio; y así, estando nosotros con ellos y con la misma intención, recibiremos las gracias que nos son necesarias para nuestra salvación. En la Santa Misa, acción divina, se unen a nuestro Señor los corazones de la Iglesia triunfante y los de la Iglesia militante, para prendar con Él, en Él y por Él el corazón de Dios Padre, y apoderarse de toda su misericordia. ¡Nada hay en la Tierra más vital ni trascendental que la Santa Misa! ¡Descúbrela!¡Apréndela! ¡Óyela! ¡Rézala!
"La Santa Misa es en sí misma una oración, incluso la más excelsa oración que existe. Es el Sacrificio, ofrecido por Nuestro Redentor en la Cruz, y repetido todos los días en el Altar. Si deseas escuchar la Misa como debe ser escuchada, tienes que seguir con los ojos, con el corazón y con la boca todo lo que ocurre en el Altar. Además, tienes que rezar con el sacerdote las santas palabras pronunciadas por él en nombre de Cristo y que Cristo pronuncia a través de él. Tienes que asociar tu corazón con los santos sentimientos contenidos en estas palabras, y de ese modo debes de seguir todo lo que ocurre en el Altar. Cuando te portas así, has rezado la Santa Misa."
San Pío X
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